La manera más
adecuada de limpiar los oídos es no limpiarlos. La obsesión por mantener
pulcro cada milímetro de nuestro cuerpo nos arrastra a cometer ciertos abusos
que pueden resultar contraproducentes para la salud, en este caso, del oído.
En la mayoría
de los casos, el canal auditivo no necesita ser limpiado. Cuando tomas una
ducha, el agua que fluye por los oídos es suficiente para aflojar la cera que
se ha acumulado. De hecho, la mayoría de las veces la cera se suelta por si
sola y cae por su cuenta y la mayoría de nosotros no nos damos cuenta. Así que
no es necesario limpiar el oído con mucha frecuencia, nuestro cuerpo es muy
eficiente en limpiarse a si mismo. ¡Aprovéchalo!